domingo, 4 de marzo de 2007

Randall Flags



"Seguía caminando, balanceando los brazos a los costados. Era conocido, muy conocido, a lo largo de las rutas clandestinas por donde transitan los pobres y los locos, los revolucionarios profesionales y aquellos a quienes les han inculcado tan bien el odio que este se manifiesta en sus facciones como labios leporinos, hasta el punto de que solo son bien acogidos por sus iguales, quienes los agasajan en tugurios con consignas y carteles pegados a las paredes, en sótanos donde las prensas amortiguadas sujetan cañones recortados mientras los cargan con explosivos potentes, en trastiendas donde se urden planes demenciales: el asesinato de un ministro, el secuestro del hijo de un dignatario extranjero, o la irrupción en una reunión del Consejo de Administración de la "Standard Oil" con granadas y ametralladoras para asesinar en nombre del pueblo. Allí lo conocían, e incluso los mas locos de entre ellos, solo podían mirar de forma oblicua su rostro torvo y sonriente. Las mujeres con las que se acostaba, aunque hubieran reducido la copula a algo tan intrascendente como sacar un bocado de la nevera, se ponían rígidas y volvían la cara al entregarse, cosa que a veces hacían con lagrimas en los ojos. Se entregaban como podían haberse entregado a un carnero con ojos dorados o a un perro negro... Y, cuando todo concluía, se sentían frías, tan frías que le s parecía que nunca podían recuperar el calor. Cuando entraba en una asamblea, cesaba la cháchara histérica, las difamaciones, las recriminaciones, las acusaciones, la retórica ideológica. Se producía un momento de silencio total, y todos se volvían hacia el. Después lo hacían en sentido contrario, como si hubiera llegado con una antigua atroz maquina de destrucción acunada en los brazos, algo mil veces mas mortífero que el explosivo plástico que los estudiantes de química subversivos fabricaban en los laboratorios subterráneos, y que las armas compradas en el mercado negro al sargento codicioso de un arsenal militar. Parecía llegar con un artefacto herrumbrado por la sangre y almacenado durante siglos en el limbo de los alaridos; pero acondicionado, introducido en la asamblea como un don infernal, un pastel de cumpleaños con velitas de nitroglicerina. Y entonces la conversación volvía a empezar, racional y disciplinada, tan racional y disciplinada como puede serlo entre lunáticos, y todos se ponían de acuerdo."

"había sido miembro de un centenar de Comités de Responsabilidad distintos. Participo en manifestaciones contra la misma docena de Compañías de Universidades diferentes. Redactaba las preguntas que mas desconcertaban a los hombres del poder cuando estos iban a pronunciar conferencias; pero nunca las formulaba porque podían haberse sentido alarmados al ver su rostro sonriente, inflamado y podían haber huido de la tribuna. Tampoco hablaba en los mítines, porque los micrófonos aullaban con una realimentación histérica y saltaban sus circuitos. Pero había escrito discursos para quienes si hablaban; y en varias ocasiones, estos discursos habían terminado en tumultos, coches volcados, votaciones en favor de las huelgas estudiantiles y manifestaciones violentas"


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