jueves, 3 de septiembre de 2009

Cazador de Medianoche : Paseo tras el espejo (parte I)

Quizás haya pasado algo más de tiempo desde la última vez que escribí en este diario que el salir de la sesión de mi psicoanalista, pero por recomendación medica cerré el chiringuito y me he tomado un merecido descanso.

Para algunos fue un palo el saber que me marchaba a ninguna parte con la vuelta abierta, aunque realmente y sondeando sus mentes un poco creo que solo fue una ligera pantomima acorde con el hecho de que una de las mejores colecciones de manuales de magia dejase de estar a su disposición, soy un cabrón hijo de puta lo se, pero que le vamos a hacer.

En mitad de la oscuridad una explosión de energía hizo aparecer a Iväna e Ïegor en mitad de la zona más profunda del mundo de las sombras, de ese lugar por el que nos movemos presurosos los que conocemos el arte de la teleportación con los puños y los dientes apretados esperando no encontrar ninguno de sus moradores, muchos de mis colegas nunca volvieron.

Y no estaban en los niveles superiores que son por los que normalmente viajamos.

Detrás de cada espejo y con el ritual adecuado se esconde un portal a una copia de nuestro mundo en el cual las sombras son las que reinan y mandan, en el existen varios niveles, los entendidos en el tema dicen que hasta cuatro, los locos dicen que seis, cuando vences a una sombra en ese lugar amenaza con volver con amigos del séptimo nivel.

Era un lugar donde incluso respirar era un esfuerzo titánico, habría rezado una plegaria por las almas de aquellos dos pobres bastardos.

El problema radicaba en que no tenia tiempo de rezarla porque yo estaba encerrado en el cuerpo de Ïegor y a la niña a la que acaba de salvar la vida lo estaba en el de Iväna, menos mal que la pobrecilla mía no recordaría casi nada, pero se llevaría una buena temporada sin mirarse en un espejo.

Si conseguíamos sobrevivir.

Desconocía si en breve me uniría a ese séquito, con el cual amenazan como si fuesen canis, porque en el espejo de bolsillo que siempre llevo en caso de emergencias veía que estábamos más allá del séptimo anillo.

Para mi solo y ante una situación como esta que se hubiese dado de forma accidental habría gastado las energías que tuviese y me jugaría el culo en un ascenso a velocidad demencial hasta un nivel superior despejado, pero tenía a la niña conmigo lo cual lo complicaba todo y tendríamos que salir nivel por nivel si no quería poner la integridad física de la chica en peligro, ya que no creo que sepa como regenerar miembros o la piel, sin contar con el trauma que podría provocarle el dolor.

Estaba jodido y cargando con una adolescente pre despierta, en estado de éxtasis ya que su cuerpo lo ocupaban la mente y los recuerdos de otra.

Solo faltaba que apareciese algo informe, reptante y ominoso, o una informidad disforme procedente del frío y oscuro espacio más profundo que diría Lovecraft.

Aparecer lo que es aparecer no apareció pero se dejo notar instantes antes de que saltáramos a algún lugar que se reflejaba en mi espejo de bolsillo, el cual por cierto reventó en mi mano al pasar.

Sangrando, alimentando energeticamente a una no despierta que únicamente sabia gritar de dolor, llamar a su madre y llorar me encontré en lo que parecía el quinto nivel, un buen salto si señor, la piel de la niña estaba llena de pequeñas quemaduras allí donde la ropa no la cubría, mi cara y mis manos no estaba mucho mejor ya que había absorbido la mayor parte.

Resulta curioso como este tipo de quemaduras se parecen a las que sufren los que se ven expuestos a radiación nuclear intensa, si no fuese a ser condenado por el ministerio (otra vez) y tomado por loco por los no despiertos, intentaría llegar a una teoría con algún físico nuclear.

El mundo de detrás del espejo se alimenta de la energía de aquellos que no son naturales de allí y osan cruzar el umbral, si esa persona está sangrando el drenaje de quintaesencia provoca que las sombras se agolpen alrededor del condenado ansiosas por beber hasta la ultima gota, al menos en el primer nivel que es, como he dicho antes, por el que viajamos, en el quinto o lo que parecía el quinto nivel aquello era demencial.

En menos de un minuto estábamos rodeados de algo viscoso y apestoso que tenía vida propia y quería llevarse la nuestra, al cual por cierto mantenía a ralla gracias a una cúpula de novato amplificada hasta el máximo, al menos nos protegería mientras corría con la chica al hombro en busca de un reflejo por el cual saltar, esperaba no llamar la atención.

Por desgracia nunca ocurre lo que esperas.

Rodeando un espejo había un grupo de habitantes de este lado de la realidad, mirando hacia el interior del mismo hasta que a unos metros apareció una enorme semiesfera de energía crepitante.

Nos rodearon inmediatamente, Iväna gritaba y con razón, la piel de aquellos seres con aspecto humanoide parecía estar derritiéndose y al contacto con el escudo se quemaba produciendo un olor solo comparable al de la carne podrida en una barbacoa.

El escudo comenzaba a debilitarse.

Y yo también.

Por norma general, llámalo código ético, llámalo principios, llámalo como quieras, solo uso conjuros y hechizos genéricos o luminosos, los conjuros oscuros provocan como mínimo secuelas físicas y eso en caso de que sepas usarlos.

Pero gracias al bastardo cabrón que me había criado conocía los grimorios de ambos bandos.

Y lo hice.

Los dioses me perdonen.