martes, 24 de abril de 2007

Reunion : Acto IV : Guerra

El castillo cambio de forma por ultima vez, volviéndose de granito gris, y perdiendo el escudo, en el interior la sala del triunfo, que continuaba con la protección dorada del escudo, bajó hasta la Forja donde estaba el destino de sus ocupantes y en su lugar quedo una diáfana sala con suelos de mármol blanco, de forma circular, con una gran abertura en el techo y con arcos a lo largo de sus paredes y uno mas grande que marcaba la única entrada y salida posible y el silencio cubrió junto con el mármol blanco el rumor de la Forja.


Había un numero cada vez menor de enanos conforme la batalla iba transcurriendo, ellos sabían el porque de aquello, así que no se asustaron, solo existía un centenar que no desaparecería y que serian los encargados de aguardar el regreso de su señor, todos ellos avanzaron como un único cuerpo hacia las armerías, recogiendo mortales lanza virotes cargados de quintaesencia pura, capaz de destruir a cualquier ser fuese del bando que fuese y se dispusieron en las aspilleras a aguardar lo que sabían que sucedería, por el camino muchos de ellos se desvanecían, pero el resto continuaba marchando hacia las aspilleras, silenciosamente la procesión tomo posiciones y aguardaron.

En el exterior de sus murallas la batalla se hacia mas encarnizada por segundos, hasta que alguien al mando se dio cuenta de lo que sucedía y dio la orden de replegarse, ambos bandos se parecían mas de lo que creían y la orden fue dada al mismo tiempo, al no recibir ordenes de su superior con el cual habían perdido el contacto los lideres temporales de ambos ejércitos decidieron por consenso asediar la fortaleza, cuando avanzaron hacia ella mil puntos rojos marcaron las frentes de los que marchaban en primer lugar y la primera andanada provoco que de todo el ejercito combinado del cielo y el infierno que allí se congregaba para asediar la fortaleza solo quedase una cuarta parte que corrieron a buscar refugio en cualquier lugar en el que ponerse a cubierto de la cada vez menos lluvia de proyectiles mortales.

En el interior un centenar de enanos abandonaron sus ballestas y comenzaron a recoger las armas de los desvanecidos, dos mil quinientos enanos caminaron nuevamente hacia las armerías para colocarse sus armaduras y coger sus armas y salir a lo que algunos de ellos bromeaban “a limpiar las malas hierbas del castillo”, las pesadas puertas se abrieron y de ella surgió corriendo un contingente gritando y bramando canciones en enano, daba igual cuantos muriesen porque lo era la muerte lo que les esperaba, y tampoco importaba quien matase a quien puesto que todos se reunirían en el mismo sitio, pero este ejercito al igual que todos sus congéneres desvanecidos había permanecido sin combatir durante demasiado tiempo y el fuego ardía en sus venas, un fuego que solo podía ser aplacado por sangre, angelical o demoníaca, eso no importaba.

Durante varios días los combates a muerte se sucedían y por cada uno de cualquiera de los tres bandos que moría, dos de los otros dos desaparecían, finalmente cincuenta Ángeles y la misma cantidad de seres infernales postraron sus armas al suelo ante el contingente de 25 enanos que bien podrían haber pasado por un baño de pintura roja y negra pues se encontraban bañados de los pies a la cabeza de sangre y querían mas.

Un centauro con un arco a la espalda avanzo a la vez que lo hacia un minotauro con la melena ardiente y un espadón en una mano, lanzaron sus armas a los pies del contingente de enanos y alzaron sus manos.

- Tenemos que encontrar una solución a esto – dijo el centauro.

- Debe de haber alguna manera de terminar esto – dijo el minotauro.

- Claro que la hay par de imbeciles! – dijo el enano que estaba en primer lugar, con una negra barba que no era demasiado larga con dos trenzas a los lados de la misma, mientas soltaba el hacha y se escupía en las manos, ambos sonrieron desconocedores por completo de la cultura de los enanos, el rostro del minotauro cambio de la sonrisa al mas puro terror cuando el enano lanzo el hacha en dirección a su cabeza, partiéndola en dos y provocando que el minotauro, algún angelical y otro enano desaparecieran.

Ves caballito, solo quedamos veinticuatro - dijo mientas llevaba su brazo derecho hacia atrás y alguien le pasaba el hacha del que se había desvanecido – CHICOS!! AVANZAAAD!!!- bramo el enano, el centauro se encabrito y corrió tras un montículo, los enanos rieron y cargaron, una lanza salio volando de detrás del montículo y golpeo a un enano en el pecho haciendo que escupiese sangre instantes antes de desvanecerse

Venga chicos, solo quedamos veintitrés, ya nos queda menos trabajo por hacer y vosotros salid y dad la puta cara, que parecéis elfos aburguesados! – el insulto provoco gritos de rabia tras el montículo y de sus laterales surgieron cuatro seres delgados de pelo largo y picudas orejas, dos de ellos de piel negro-rojiza y los otros con piel dorada, blandiendo espadas curvas y preparando conjuros, un rayo alcanzo a un enano en el pecho, haciendo que se friese dentro de su armadura instantes antes de desvanecerse, una masa de oscuridad apareció en mitad del grupo de veintidós enanos los cuatro elfos entraron en el blandiendo sus espadas circularmente, dispuestos a cortar y cercenar cualquier cosa aun a sus mismos camaradas temporales, los aceros chocaron en el interior de la oscuridad, gritos de dolor seguido de silencio, el grupo tras el montículo escucho el ruido de la batalla pero ninguno de ellos se desvaneció.


En su divina estupidez creian culpables a los enanos y haciendolos muertos en el combate con los hoja cantante elfos, surgieron apelotonados con el centauro al frente en dirección a la oscuridad que aun permanecía en el lugar donde se encontraban los enanos.

Cuando se encontraban a apenas dos metros y alguien tanteaba a lo lejos con una lanza una profunda risotada surgió del circulo de oscuridad y veinte enanos con extraños visores de cristales verdes cargaron desde ella rebanando cuellos, cortando piernas y cercenando brazos, dejando una estela de sangre negra y roja en el aire a la vez que sus muertos portadores se desvanecian en la nada.


El centauro cargo a través de sus compañeros de batallón que se iban desvaneciendo a la vez que una Arpía con un ala medio rota emprendía el vuelo, el enano que antes había hablado hizo chocar sus talones y un chorro de fuego salio bajo sus botas, placando al centauro y dejándolo tirado en el suelo, salto sobre su torso, le puso un pie en el pecho y mirando a la Arpía que intentaba alejarse le dijo sonrriendo – Parece que somos los últimos – mientras que con el brazo hacia un gesto circular indicando que nadie quedaba en el marchito campo de batalla y cogiendo un pesado martillo de su espalda – acabemos con esto! – levanto el martillo y golpeo el cráneo del centauro con todas sus fuerzas, provocando que este crujiese y se quebrase derramando sobre la verde hierba la masa gris que antes ocupaba su cabeza instantes antes de desvanecerse.

En el aire la Arpía miro atrás y sonrió creyéndose la ultima superviviente del ejercito y se desvaneció.

Cien enanos vestidos con túnicas cerradas por cinturones con la misma hebilla que todos los sirvientes llevaban, aguardaban el final de la batalla tras la protección de los muros, uno de ellos miraba pacientemente un monitor donde en imágenes de colores verdes y negras había estado siguiendo el transcurso de la batalla, otro en la habitación de al lado veía como una por una las dos mil quinientas velas se iban apagando, ambos se reunieron en el pasillo e hicieron un gesto de asentimiento con la cabeza, todo había acabado, al menos allí fuera, ahora les tocaba a ellos empezar a trabajar, el resto les esperaban en la puerta cerrada, uno de ellos al verlos venir pulso un botón y las puertas comenzaron a abrirse lentamente.

En cuestión de un par de horas todas las armas fueron recogidas y llevadas a un pozo que había en el patio central.

El castillo parecía vivo habitaciones crecían y menguaban, otras desaparecían, nuevas estancias se creaban de la nada, los torreones crecían y menguaban, cambiaban su forma, su composición, metal, piedra, cristal, hueso, carne latente, nada estaba fuera del alcance de la fortaleza en su cambio, todo era un vortice caótico a través del cual cincuenta afanosos enanos no paraban de moverse, de un lado a otro tomando mediciones con pantallas táctiles de mano, solo había dos estancias que no se alteraban, la sala del triunfo que permanecía intacta y la sala bajo el patio principal, edificado sobre un volcán allí se encontraba la forja donde cuarenta enanos fundían todas y cada una de las piezas de los tres ejércitos en un enorme caldero, un enano se encargaba de medir el nivel del caldero e indicar a uno de los enanos que se encontraban en su boca que lanzasen armas del bando que correspondiese, la mezcla tenia que ser perfecta, al menos había esperanzas, el reino no había sido destruido, el resultado de la batalla de fuera había sido igualitario, lo que quería decir que su señor volvería y que caminaría entre ambos mundos, esta vez con paso firme, no siendo arrastrado hacia uno u otro bando, así que todo debía estar equilibrado, no debía de fallar nada.

Nada.

2 comentarios:

Charles X dijo...

La historia me convence, pero pienso que las formas han fallado un poco en esta ultima entrega: alguna que otra repetición innecesaria, comas y alguna palabra que no ha pegado mucho.
Cuida las formas, por que las otras entregas estaban mas cuidadas y es lo suyo.
Espero que no te lo tomes a mal,eh?
Pues nada, prosiga con su historia

isidro dijo...

Tenías razón. Es puro D&D.

Que nostalgia de aquellos tiempos de irresponsabilidad en los que podíamos tirar un verano entero, con todas sus horas en salvar Faerum.

Enanos forever.