miércoles, 8 de mayo de 2013

Blue Moon (Parte II)

"Mi nombre es Iván, soy un taumaturgo acreditado en la ciudad de Sevilla, cobro por resolver casos donde la "razón humana" deja de funcionar.

Estos son extractos de mis diarios, por desgracia no siempre puedo actualizarlos conforme van sucediendo, en esta caso porque casi no lo cuento..."


Llevo casi cinco meses atrapado después de como acabaron los hechos de la luna azul de diciembre, la segunda jodida luna azul de año.

Hay momentos acerca de los que no recuerdo absolutamente nada debido al varapalo recibido y a como salí de aquel sitio (a través de un portal chocando a alta velocidad con las paredes del "túnel"), lo que no se me va a olvidar nunca jamas, never more que diría el cuervo de Poe, es acudir con sándalo de todos los tamaños y colores impregnado en aceite de acónito.



Después de que Uccellino desapareciera detrás del último licántropo me quedé allí tirado en el cesped, clavando los dedos en la tierra para, de forma discreta y poco profesional, robar un poquito de energía a la vida que me rodeaba antes de que parte del proceso fuese irreparable, odio las canas y las arrugas, lo siento, soy un edonista.

Mientras tanto converso por whatsapp con Uccellino, nunca he tenido nada con una licántropa, pero en ese momento y por lo que me estaba mostrando de ella, no me habría importando tenerlo, parecía una cachorrilla encantadora y muy dulce.




Tras recuperarme lo suficiente como para ir medio tambaleándome hasta la gasolinera de Torneo, llegue allí y acabé con las existencias de chocolatinas para reponer la energía perdida en el truquito con el cani y el asalto etílico del té rojo especial de Pietro.

Bueno, ya tenía un teléfono de contacto y una sonrisa que perseguir como punto de inicio de lo que acabaría conmigo prácticamente casi una semana después.

Una vez que aceleré lo que me había bebido me monté en la moto y me fuí directo a casa, lanzándome la capa de sombras encima para poder partir los límites de velocidad con mi preciosidad mientras dejaba que mi mente quedase en blanco, que solo estuviesemos el asfalto, la maquina que pilotaba y yo, cosa que a los mortales les suele pasar a 130-140 pero los taumaturgos al tener mas "completas" las conexiones neuronales necesitamos mayor velocidad para ignorarlas.



Llegué a casa, encendí el Mac desde la cochera mientras cerraba la puerta y en la cocina se preparaba un té rojo, en mi ultimo "cursillo" me estaban enseñando a realizar numerosos cantrips a distancia mientras que en distancias cortas hacia algo, quizás fuese un abuso de la metafisica que podíamos dominar, creo que el que el profesor pesase alrededor de 200 kg y rara vez moviese el culo de su enorme asiento tenía algo que ver, pero los cursos de formación eran los cursos de formación.

Subí las restauradas escaleras de madera, sonriendo ante las runas inscritas en los escalones que aunque no podrían parar a alguien que supiese de su existencia, pero si lo marearía un poco, el efecto que causaban en alguien no deseado era el mismo que el de la escalera de Penrose, usado por el rey de los goblins en aquella película en la que era dificil no enamorarse de Jennifer Connelly.

Todo seguía intacto, el impertinente llamador de la puerta me reconoció y tras contarme un par de chistes guarros y ver que llevaba algo de prisa dijo su "fienfenifo amo", cuando sus chistes no fuesen tan malos quizás le quitase el aro del llamador de la boca.

El Mac venía hacía mi volando suavemente, lo cogí en el aire mientras tecleaba mi busqueda en su suave teclado retroiluminado, en la cocina el agua de la tetera silbaba hirviente lista para ese té que me iba a preparar antes de mi sesión de entrenamiento.

Mientras el grupo de Jared Leto sonaba a toda pastilla en el equipo de altavoces repartido por las esquinas de mi casa, de la alacena de la cocina salían los botes de té, canela y especias sorpresa volcando la cantidad casi justa en la taza sobre la cual suavemente caía el agua de la taza, antes de que el té estuviese terminado ya tenía puestos los pantalones y la camiseta de entrenamiento.

Después de un par de horas dedicadas de pleno al ejercicio me dí una ducha de agua helada mientras destapaba la cama y preparaba otro té, este con un efecto algo distinto, la licántropa (sin saberlo) había dejado detrás de si un peculiar rastro olfativo, tenía que saber por qué, ese olor invitaba a muchas cosas al dormir y cruzar el umbral averiguaría más.

Los licántropos que suelen nacer con la bendición del poder usar metafisica, son cuidados y mimados desde jovenes (o desde cachorros) para ser los guias espirituales de su pueblo, para ponerlos en contacto con los espiritus de la naturaleza y el resto de entidades no corporeas con las que estos cambiaformas tratan, por fortuna o por desgracia, sus muertos al morir van a la forja directamente, nada de quedarse por aqui dando la lata, por lo que esa parte del mundo trás el espejo alrededor de los licántropos está vacia para poder acercarse y husmear libremente sin posibles interrupciones por parte de familiares y amigos, pero para llegar allí hay que estar muerto, o casi.

Tomé mi té, con el cuerpo aún excitado por el ejercicio reciente la metabolización del veneno que este llevaba fué casi inmediata, mientras perdía la consciencia y mi ritmo vital se reducía a mínimos cercanos a la muerte, chasquee los dedos para preparar el cocktail que me traería de vuelta y dejarlo flotando sobre mi, si mi corazón se paraba caería sobre mi pecho trayéndome de vuelta, a veces para saber la verdad es necesario envenenarse un poco y en ocasiones sentir el aliento de alguna parca lo suficientemente cerca para oler su dulce sabor.



No era la primera vez que tomaba el "Te du morte", el real, no ese aguachirri que ponen algunas teterías clandestinas en los barrios bajos de Siria donde mezclan parte de los ingredientes originales con opiaceos para llevar a un estado similar, pero la parte más importante de la infusión, los huesos de un papa hereje, son algo difíciles de conseguir.

El frío, la humedad, la viscosidad pegada en la piel, el sudor frío, todo era bastante familiar, no era la primera vez que estaba casi muerto, aunque esta vez no habría ninguna renegada del infierno para pegar los trozos, miré a mi alrededor, estaba en casa y todo era bastante similar.

La reja con trazas del metal de para rayos de Iglesias mantenían a ralla alimañas y ese moho feo que crece a este lado en todas partes.

Al morir, los sentidos se agudizan, y ese olor era algo que había guardado, por lo que no me fué dificil seguir el rastro.



Aún quedaban unas horas para el amanecer, mi cuerpo en general aguantaba bastante bien el mal trago que le estaba haciendo pasar, aún no había caido la hipodermica de acero con el combinado, así que tenía tiempo.

El olor de la licantropa de calida sonrisa me llevo hasta una zona agreste del aljarafe, uno de esos paramos en los que aun no se han establecido permisos urbanisticos, la gente del campo se niega a vender sus tierras y la naturaleza sigue presentando dura batalla a aquell@s que pretenden romper el ciclo vital.

Verde, humedad, vida y muerte por todas partes, la naturaleza estaba allí más viva que en ninguna parte, sonreí al sentir lo opuesto a lo que era yo ahora mismo rodeandome, inundando mis sentidos, abrazando mi alma, no era dificil imaginarse a aquella preciosa chica allí alrededor de una hoguera con su manada charlando, comiendo, sonriendo y cantando.

Quizás mi idea inicial de la sociedad licántropica hasta ese momento era, independientemente de su forma de combate y toda la bestialidad que eran capaz de desarrollar, la de poco más que felices familias que en ocasiones rodean una hoguera para contar cuentos y compartir experiencias.

De todo lo que me había hecho idea que me encontraría solo hallé una enorme hoguera.

A distancia prudencial y alrededor de la hoguera había varias motocicletas de gran cilindrada con sus respectivos chalequillos, bien, habia matado dos pajaros de un tiro, había encontrado a Uccellino y a los licántropos fundamentalistas.

El resto no me gustó tanto, podría haber como tres docenas de ellos sin incluir a los 8 que habían venido del norte para su sacrificio de la luna azul.


Algunos, los mas ancianos, bebían en copas de craneos de distintos tamaños bañados en plata, sentados en improvisados asientos fabricados de alguna manera con arboles vivos, ramas y troncos muertos, mientras que hablaban algo parecido al esperanto, tenía que aprender como hacer aquello sin perturbar de forma dañina la naturaleza, solo esperaba poder ver más de lo que había ido a buscar.

Aquí entre los ancianos y la mayoria de los que pude identificar como la manada venida del Norte se encontraba Pietro, bebiendo de un craneo humano bañado en plata igual que los demás, hijo de puta, me la había dado con queso.

Otros danzaban semidesnudos y con pinturas tribales echas con sangre pintadas en la piel, alrededor de la hoguera, su danza era hipnotica, casi podía entenderse con su lenguaje corporal como esta manada había tenido que sobrevivir y habían elegido adorar a la luna oscura, mal por ellos, eso los convertía en su mayoría, cuanto menos en objeto de observación  y control.

Una de ellos llamó poderosamente mi atención, hembra, de la edad aproximada de Uccellino, pelo rubio ceniza natural y ojos tristes, está sentada frente al fuego y cuando me acerco a ella me mira directamente, por un instante creo que me han descubierto y que se acaba de acabar toda mi misión de investigación, pero trás mirar a su alrededor y ver que era la unica que podía verme, me sonrío con una sonrisa más dulce aún que la de Uccellino, con un olor similar al suyo pero más puro, mas salvaje, más animal, se llevo el dedo indice a los labios y me dijo "shhhhhh" mientras que volvía a lo suyo, quizás no estuviese solo en esta aventura y tuviese alguien que me ayudase desde dentro, tenía que saber más, al menos su nombre.

Existía un constante flujo de danzarines hacia algún lugar entre lo más frondoso del paraje, reconocí a algun@s de l@s más jovenes como aquell@s en cuya compañia habia estado apenas cuatro horas, aunque principalmente los danzarines eran machos, jovenes en edad de poder disponer de crear progenie para la manada.

Traté de llegar al lugar al que se dirigían los danzarines, pero aquel lugar rezumaba demasiada vida para mi estado, no pude ver más que sombras moverse, escuchar gemidos y respiraciones entrecortadas, algún que otro aullido, rasgar de ropas, el olor a sangre de las primeras capaz de dermis, mas gemidos, sin duda allí se lo estaban pasando bastante bien.



Me volví a acercar a la hoguera para tratar de pegar oreja y enterarme de lo que estaban diciendo los bastardos del Norte, al menos, para saber que demonios era lo que planeaban hacer, a quien pretendían sacrificar y donde, si era lejos de algún lugar conectado con la celda de Luzbel tampoco me importaba demasiado, ya se encargarían los departamentos correspondientes, al menos cuando presentase mi informe y todo el papeleo burocrático correspondiente con una gota de mi sangre como sello para que agilizasen la documentación.


Conseguí entendender que robarían algunos niños aprovechando la defunción de una de las brujas que trabajaba como matrona en el Virgen del Rocio y que era quien mantenía la barrera sellada con cualquier posible otro lado.

Hijos de puta, sacrificar niños, eso explicaba el collar del alfa de la manada del Norte hecha de huesos pequeñitos.

Ya tenía lo que quería, aunque no era lo que había ido a buscar.

Uccellino...

Mi cabeza sumó dos mas dos, no había caido, ella estaba en aquel paraje allí al fondo.

Mi curiosidad por ver más allá me estaba comiendo por dentro, pero no podía acercarme alli, aquello estaba demasiado vivo para como estaba y aparecer alrededor de esa hoguera de alguna otra forma sería un suicido total y completo.

Quedan un par de horas para el amanecer, mi cuerpo comienza a resentirse, tendría que volver, pero quiero ver, quiero saber.



En algún lugar de la "entrada" del lugar se forma un curioso revuelo, los danzarines paran, un par de ancianos dejan caer sus copas y corren hacia alguien que traen dos machos agarrados de los brazos, parece que muere y que debe pesar bastante.

La gente comienza a salir del claro, desnuda, con la piel surcada de marcas, en distintas formas licantrópicas, la última en salir es Uccellino en forma de combate, tiene casi todo el torso bañado en esperma, al cambiar de forma tiene la piel brillante de sudor y el pelo empapado, al ver al licantropo que traen los otros dos agarrados por los brazos el panico acude a su mirada, se abre paso con violenta prisa hacia el.





Continuara...

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