Llegue a aquella habitación de la segunda planta de una casa
que parecía haber resistido el embite.
Había entrado en la casa al no haber visto señales
delatadoras fuera que me indicasen que fuese a encontrar algo desagradable
dentro.
Subí las escaleras esperanzado al escuchar música que
provenía de arriba, hacía dos meses que no hablaba con un ser humano.
Al abrir la puerta mis esperanzas se desvanecieron, la
música provenía de un iPod conectado a un despertador alimentado por una placa
solar.
Aún resonaban los ecos de las personas que habían vivdo
entre aquellas paredes, su recuerdo se mantenía allí aún vivo.
Pensé en apagar el despertador, para que en caso de que
cualquier otro superviviente que pasase por aquí no se encontrase con la misma
decepción que me encontré yo, pero ¿Quién era yo para borrar el escaso legado
que habían dejado aquellas personas con la suave música que sonaba en su
despertador?
El exterior seguía tranquilo, mortalmente tranquilo,
como si en cuestión de unos días casi la mayoría de la población del planeta
hubiese dejado de vivir para pasar a no-vivir…
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